Lisandro González trastoca las fronteras del dolor y reflexiona sobre elementos y seres que integran un cosmos perfectamen- te diseñado, un lugar donde las mínimas expresiones de la na- turaleza conviven con los afectos y las monotonías urbanas. Haciendo gala de su acostumbrada sutileza, nos regala otra vertiente de versos de una imaginería potente, clásica y preci- sa. Acrósticos vertiginosos que prometen otra acupuntura: cuando el poema vale más que cualquier antídoto y cada vérte- bra logra el alivio por la perseverancia de una pluma sinfónica, contemplativa y pausada.
FERNANDO MARQUÍNEZ